Las palabras no son materia que pueda mecer el viento
siempre hemos estado equivocados.
Solo son eso, palabras
alivian y duelen,
abrasan, arraigan e incluso echan raíces
cuando provienen de quien puede ahogarnos.
Y “menos mal que con los rifles no se matan las palabras”.
“Si nunca escuchas nada y yo gritando hasta dejarme la voz”
Te echo de menos,
cuatro palabras
salvavidas hecho frase, que se hace de rogar en tu orilla
y apenas me quedan hielos.
Las palabras no crean insomnio
es quien las dice o deja de.
¿Sabes? Asumo que soy más bonito en voz, que en persona.
Y parece que ser feliz tiene obsolescencia programada,
pero que bien suena eso de
“donde el tráfico sea de risas y tu boca una autopista
frente a un atardecer”.
Supongo que es cuestión de prioridades, eso ha sido siempre,
yo no soy, y nunca aprenderé a ordenar las mías.
Muero pensando para quién escribes,
afirmando que eres la resaca más bonita que he tenido.
Hipocresía es pensar que duele más el silencio
que unas palabras vacías, mientras marco tu número
a la espera de que salte el buzón y no tener cojones a
pronunciar palabra
o quedarme sin ellos dándome cabezazos contra tus corazas, a la
espera
de encontrar luz en una mínima grieta.
Quedarme a vivir en el vértigo, mientras enmudezco gritando
mi canción favorita, y callo susurrando a un folio lo realmente importante.
Hace tiempo, el mismo, me hizo dejar de confiar en eso de
pedir deseos, y desde que llegaste huracán, soplo cigarros pidiéndote un rato
más, que todo contigo me sabe a poco, y en nada, me has llenado de vida.
Y sí, me siento gilipollas, no se hacerlo bien y eso de
aprender a bailarte me está cobrando un par de años de la mía, y aun así no
pienso huir, mi cabezonería y tu asentir a lo bueno de mis ganas de tu espalda,
ojala pronto nuestro bis y matemos la cordura, un baile en nuestra guerra, que
mi almohada añora tu olor y mi barba los enredos de tu pelo.
Éxtasis al ahogarme en tu boca y no entre más palabras,
Hasta reventar todo resquicio de trinchera,
Tengo más versos que escribirte en la espalda
Que deudas tienen tus costillas con mis yemas.
Y pienso endeudarnos hasta quedarme sin huella dactilar.
Como un "no pienso despedirme de ti"
frente a las vías de casa de campo.
Que tienes las palabras llenas de besos, y yo me muero de ganas.
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