Hoy va de mí, no es poesía, nunca lo es, y seguramente no
sea bonito, tampoco lo intento. Hoy quizás sea el desangre llevado a su máximo
exponente, o quizás una triste carta más a mi yo de ayer, o de mañana, o quizás
sea eso, que nunca sea hoy.
Hoy el mundo ha podido conmigo, el pensar me ha golpeado
todas las costuras abriendo viejas cicatrices, ya lo escribí hace tiempo, el
vértigo no es la caída, sino la distancia de la boca al suelo una vez te has
levantado. He tragado versos que me han
derribado las costillas poniendo patas arribas la poca firmeza que me queda.
Me he puesto una lista de reproducción con Andrés y
Mariscal, y noto como tiembla el suelo bajo mis pies. Acostumbro a dar todo
para ser un nadie cualquiera, “la suerte es una ramera de primera calidad” y acostumbro a
pagar en carnes.
“Voy empeorando por momentos y me pierdo, intento de nuevo
levitar sin más” como buscar el huracán que arrase las arenas de un reloj, en
horizontal. Sangro por no reír, ya sudo todo lo que lloro y por placer, follo
menos de lo estipulado en los derechos humanos. “Ya me he dado cuenta que no
paro de fallar”, y la culpa es solo mía.
Sinceramente, no se cuanto más darán de sí mis versos, o
cuantas bofetadas de trenes más aguantara mi cara, ni cuantos pisotones mis
pies mientras aprendo a bailar.
Estoy cansado de cruzarme con el espejo y ver reflejado un
gilipollas en mayúsculas y negrita, cuando aprenderás me dice, cuando aprenderás
a coger las riendas de tu vida, y no regalarla por versos de dos duros.
Cuando vas a cambiar… prometo no olvidarme de quien soy, pero
prometo no dar nada, para quien soy nada.
Mientras corre la tinta veo mi sangre llenar el tintero, me
laten los dedos y se frustra la esperanza “de volver al mundo del cigarro de
después”, de crecer en los columpios y madurar frente a un nesquik mientras mi
abuela me hace un jersey, y que mi cuaderno sea de mates, y no un guion con las
1001 mejores formas de fracasar.
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